El nuevo curso escolar ya está a punto de empezar y en muchas familias a los niños ya no les sobran tiempo para nada. Aparte del colegio, los padres les apuntarán en clases de baloncesto, inglés, ballet, instrumento musical, y en todo tipo de actividades extraescolares.
Muchas veces creo que nos pasamos. El niño llega a casa, y entre ducha, cena y deberes, casi no puede respirar. Son prisas y prisas, día tras día, y acabamos olvidándonos de que las actividades extraescolares deben estar orientadas a las necesidades y a los intereses y deseos extras de los niños, y no simplemente a un complemento a la jornada escolar.
Más juegos y menos actividades extraescolares
Antes de apuntar al niño en una actividad lo mejor es preguntarse a si mismo y al niño el por qué de cada opción. De una forma general, cada actividad tiene un propósito:
- Música: a través de los ritmos y de la música, los niños estarán mejorando sus habilidades matemáticas, su sensibilidad y audición.
- Teatro, manualidades, artes escénicas y plásticas: los niños mejorarán las capacidades que poco se trabajan en la escuela, perfeccionarán su creatividad, y ayudará a muchos niños a que superen la timidez, la inseguridad, etc.
- Deportes. Actividades físicas: son las preferibles porque promueven la salud física y mental, mejoran el estado de ánimo, el sueño, la alimentación, la concentración, las habilidades motoras y cognitivas complejas de los niños. El niño que hace deporteestá adquiriendo un hábito saludable, con efectos a largo plazo. Es aconsejable que el niño haga un deporte, si posible, de equipo. Favorecerá a su relación con los demás y a su sociabilidad.
- Actividades intelectuales: implican en mejorar el trabajo escolar. Debería ser planteada solo en los casos en que el niño necesite un impulso mayor sobre alguna asignatura. En caso contrario no es aconsejable. Nos referimos a las clases de idiomas, técnicas de estudio, etc.
La mejor actividad extraescolar es aquella que no suponga un estrés dañino y que tenga carácter lúdico para los pequeños. La mejor es la que fomente la ilusión, el interés, y las ganas por aprender, la que propicie alegría, voluntad, y estimule las capacidades de los niños. Sobre todo, es aquella que el niño elija, y en la que él pueda aprender divirtiéndose, y al mismo tiempo que le sirva de desahogo y de distracción en sus quehaceres diarios.